Invadida estuvo la tarde, sitiada y caliente,
hecha las paces en su conciencia, limpia,
madura sobre su borde, viva,
y hoy, guardada en mi sueño, rutilante.
Agosto vigiló su soledad, paciente,
cuando tú y yo, espejo de nueva luna,
ovillábamos el deseo y la ternura
en una utopía de amor, transparente.
Dibujamos la realidad sin ausencias
sinfonía de azules y de brazos,
luz tenue que realzó la presencia
de un sentimiento eterno, sin plazos.
Después, con la noche y la inocencia
abrimos un océano de luces, y de abrazos.
lunes, 29 de agosto de 2011
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