martes, 23 de junio de 2009

AHORA QUE ACABA EL CURSO ESCOLAR



En estas fechas en las que las aulas de los centros educativos se quedan calladas, vacías y solas, es hora de hacer balance, y también, de manifestar lo que muchos creemos en relación a esto de la Educación, de quien todo el mundo opina y pocos conocen, en nuestro país.


Por ello expongo algunos de los párrafos de un MANIFIESTO PEDAGÓGICO que con el sugerente título de "NO ES VERDAD", hemos suscrito muchos. Sirva como reflexión en este fin de curso.



Las organizaciones y personas que firmamos este Manifiesto (docentes, madres, padres, estudiantes y ciudadanía en general) estamos profundamente preocupados por la difusión de creencias sobre la escuela española que distorsionan gravemente la realidad. Se está generalizando una forma de pensar según la cual hoy en la escuela se enseñan pocos contenidos, se hacen actividades irrelevantes, los niveles de exigencia bajan, los alumnos y alumnas son peores que los de antes, y hay “mucha pedagogía” y poca enseñanza.
Nos preocupa particularmente la actitud de determinadas personas con impacto mediático (pertenecientes al ámbito de la literatura, de la universidad, de la intelectualidad, etc.) que divulgan estas creencias con argumentos muy pobres, a veces incluso insultantes, poniendo en evidencia una visión poco rigurosa sobre la escuela y sobre los procesos que en ella tienen lugar. Nos preocupa, en fin, que la educación, a diferencia de otras actividades de gran incidencia social como la medicina o la justicia, sea analizada y valorada socialmente desde concepciones simples y caducas.
Por todo ello, hemos decidido manifestarnos colectivamente y hacer pública nuestra opinión afirmando lo siguiente:

NO ES VERDAD que en la escuela española actual predomine un modelo de enseñanza diferente al tradicional.
La creencia de que en los últimos tiempos se practica una enseñanza descafeinada y permisiva, donde ya no se valora el “conocimiento de toda la vida”, es un mito sin fundamento. Ocurre más bien lo contrario. A pesar de que hay importantes argumentos en contra de la forma tradicional de enseñar, la cultura escolar dominante en España sigue basándose en la transmisión directa de contenidos inconexos, y no pocas veces, desfasados e irrelevantes, en el aprendizaje mecánico y repetitivo, en la evaluación selectiva y sancionadora y en la prolongación de la jornada escolar de los menores con abundantes deberes y tareas. La mayoría de los alumnos y alumnas siguen teniendo grandes dificultades para comprender lo que se les enseña y, como siempre ha ocurrido, acaban identificando el saber con la capacidad de retener información hasta el día del examen.
La idea de que la LOGSE ha impregnado a la enseñanza no universitaria de una práctica pedagógica que abandona el esfuerzo y que se basa en el “todo vale” es un lugar común que no se corresponde con la realidad. El ideario psicopedagógico de esta ley, por más que planteaba cambios de gran interés, nunca llegó a penetrar en la mayoría de las aulas, en gran parte porque la mejora de la escuela no es básicamente una cuestión de leyes, sino de cambio cultural, social y comunitario.

NO ES VERDAD que en la escuela española hayan bajado los
niveles de exigencia.

Basta comparar los libros de texto de hoy con los de antes para comprobar que cada vez se pretende enseñar más contenidos, con formulaciones más abstractas y en edades más tempranas. Muchos padres y madres no entienden los libros de texto que con frecuencia protagonizan las tardes familiares. Cada vez es más difícil para los docentes acabar el programa del curso. Cada vez es más pesada la carga académica de los estudiantes. Cada vez hay más asignaturas.
La idea de que “los niveles bajan” trata de dar una explicación fácil al evidente fracaso de la escuela. En cada nivel educativo los docentes comprueban la debilidad del conocimiento de gran parte del alumnado. Pero estos estudiantes fracasan, precisamente, porque el modelo de enseñanza transmisivo y tradicional, y no otro, no provoca en ellos un aprendizaje duradero y de calidad. Esto siempre ha sido así.

NO ES VERDAD que los alumnos y alumnas de ahora sean
peores que los de antes.

Son diferentes, pero no peores. Los niños, niñas y jóvenes de hoy, y los de antes, son el producto de la sociedad en la que viven. Juzgarlos negativamente como colectivo es un ejercicio simplista y una forma de ocultar la responsabilidad de la sociedad adulta. La incitación permanente al consumo (piénsese, como ejemplo dramático, en los anuncios sobre los juguetes navideños), la diseminación continua de la cultura del éxito, del triunfo y de la superficialidad, la conversión de los niños, niñas y adolescentes en objetivos permanentes del mercado y la forma de vida acelerada y estresante propia de los adultos con los que viven son, entre otras, realidades que influyen poderosamente en su desarrollo.
La sociedad manifiesta una actitud hipócrita: se ve reflejada en el espejo de niños, niñas y jóvenes y, a veces, no le gusta lo que ve, pero, en vez de analizar las causas, arremete contra la imagen que se proyecta en ellos. En la escuela esto es especialmente grave.

NO ES VERDAD que los docentes españoles tengan un exceso de formación pedagógica y un déficit de formación en contenidos.
Todo lo contrario. Los profesores de secundaria, por ejemplo, después de cinco años de formación en una licenciatura centrada en los contenidos (Filosofía, Matemáticas, Historia, etc.) sólo han recibido, en el mejor de los casos, un curso de dos meses de duración donde se comprimen aspectos tan importantes para su futuro profesional.
Pero hay más. En una profesión centrada en la práctica, los docentes de secundaria y de primaria han tenido una formación muy poco vinculada a los centros escolares (sería inimaginablealgo similar en la formación de los médicos, por ejemplo). Por lo demás, en la universidad, donde,no lo olvidemos, se forma a los futuros docentes, no es necesaria ninguna formación pedagógica odidáctica para ser profesor.

La escuela y la universidad necesitan un cambio.
El cambio que proponemos no puede venir de la mano del modelo tradicional, como reclaman algunos, ignorando que dicho modelo es el responsable del fracaso actual. Tampoco aplicando políticas neoliberales de mercantilización de lo educativo, como puede observarse en determinadas Comunidades Autónomas y en aspectos sustanciales de la reforma universitaria actual, ni trasladando a la escuela modelos neotecnológicos y empresariales de planificación y control de calidad, como es el caso de la implantación de incentivos salariales vinculados al rendimiento académico del alumnado. Las personas y su educación no son mercancías y la enseñanza y el aprendizaje no son meros procesos técnicos y productivos.
El cambio ha de venir de la recuperación y actualización de aquellas ideas y experiencias que han demostrado su capacidad transformadora. La Institución Libre de Enseñanza, la Escuela Nueva, la Escuela Moderna, las Misiones Pedagógicas, los Movimientos de Renovación Pedagógica, etc. son, entre otros, algunos ejemplos valiosos de nuestro pasado.



miércoles, 10 de junio de 2009

CAMINO DE IFRANE

-Ana y Yo junto al León de Ifrane, Marruecos-
IFRANE, ciudad marroquí de 30.000 habitantes situada en el Atlas Medio, capital de la provincia del mismo nombre. Se sitúa en una zona montañosa a 1.713 metros de altitud y posee un clima frío, lo que ha influido en su sorprendente urbanismo, más propio de una ciudad centroeuropea que africana.
Embozada en un abrigo rojo
y azotada por un viento helado
una niña nos presta su sonrisa inocente
mientras el autobús pasa raudo a su lado
sin hacerle caso,
sin remedio.
Nos sonríe sin saber su destino
porque la risa no hace daño a Dios.
Nos sonríe con la mirada libre, asilvestrada,
porque no sabe calcular las horas más oscuras
que vendrán, inexorablemente,
para hacerla mayor sin darse cuenta.
Nos sonríe sin saber quiénes habitamos
en estos autobuses que,
cada semana, pasan sin pararse
por donde ella pastorea una humilde vaca.
Y al verla me pregunto
por qué su verdad es tan pequeña,
y qué lugar ocupa su infancia
bajo su abrigo rojo.

Un día,
cuando las nieves volteen de nuevo el paisaje
con una oscura melancolía,
esta niña sabrá que sus días
se han ido para siempre
y que la belleza pequeña de su rostro
dormirá serenamente su sueño más profundo,
atrapada en su abrigo rojo.

Mas hoy,
que el aire no traiciona la nostalgia,
he visto a esa niña que me saludaba
con un movimiento leve,
en un paisaje alto, lejano y helado,
en un mes de abril donde la primavera
sale al encuentro de la vida,
lejos de todo, cerca de Ifrane,
como el sol entre las llamas de un incendio,
y he sabido que su destino lo tiene escrito en la mirada,
sin ella saberlo.