lunes, 22 de febrero de 2010

EN HOMENAJE A "EL CAPITOL"


Estuve en Madrid viendo la obra que representan El Tricicle en la capital ("Garrikc") y debo confesar que, además de hacerme pasar casi dos horas con algo tan saludable y recomendable como es la Risa, hubo algo en el teatro que me llamó la atención y que aquí traigo como un ejercicio de recuerdo algo lastimero, si me lo permitís: las lámparas del Teatro Compac de la Gran Vía donde se está realizando la obra.
¿Qué por qué?....Muchos paisanos que vean las fotos que adjunto sabrán ya por qué. Claro,… por su semejanza con otras que pudimos ver durante tantos años en nuestra ciudad, en Cieza, en el Teatro Capitol, teatro que recientemente ha sido derribado (perdón, “rehabilitado”…¡hay que tener estómago -por no decir otra cosa-!), y que ha desaparecido para los siempres jamases.
Tanto en el patio de butacas, como en los salones del teatro, como en el vestíbulo del mismo, habían unas grandes lámparas con chorros de cristales que adornaban y daban un aire elegante a ese espacio que lo fue de Todos, porque allí, falangistas y comunistas, fachones y liberales, pobres y ricos, caciques y siervos, Todos, acudían a ver las obras que se representaban o que se proyectaban. Allí pasaban Todos, tardes de invierno colectivas o frescas tardes de verano con su famosa programación doble. Allí besamos a nuestras novias, lloramos con los dramas, reímos con las películas de humor, o cantamos con las musicales.

Es innombrable la insistencia con la que las gentes de esta ciudad destruimos lugares o espacios urbanos propios despreciando el patrimonio cultural propio…y lo peor de todo es ¡que no pasa nada!. Tragamos y volvemos a tragar. Por eso yo no buscaré culpables, porque como en Fuentovejuna, todos tenemos algo de responsabilidad.
Por eso, hace unos meses fue El Capitol, pero ahora parece que le toca el turno al Paseo de Pepe Lucas, ¿y mañana?.
Sirva este recuerdo de las lámparas de un teatro de Madrid que me llevaron a El Capitol, como un sentido homenaje para lo que fue algo más que un edificio con funciones culturales, pues no conozco a ningún ciezano que no se sintiera orgulloso de él. Un teatro que ya no existe pero que nunca debió dejar de existir. R.I.P.

jueves, 11 de febrero de 2010

1ª VISITA: TEATRO ROMANO DE CARTAGENA



Con esto de celebrar 30 años de La Sierpe y el Laúd, hemos empezado una serie de actividades “internas” que quieren entre otras cosas darnos un baño de autoestima que creemos que nos merecemos por lo tanto vivido y hecho en estas tres décadas de Literatura y Amistad, que es sobre todo La Sierpe y el Laúd. Y una de ellas, ha sido una visita al Museo y Teatro Romano de Cartagena, con miembros y algún amigo de nuestro Grupo.
Debo confesar que salí muy gratamente sorprendido de este encuentro con aquellos monumentos del pasado más remoto yde la arquitectura de hoy, en forma de Museo y Teatro Romano. Pascual Martínez Ortiz nos hizo de cicerone, y de forma magistral (todo hay que decirlo), nos introdujo en las intimidades de estos dos monumentos. Pascual, como representante de CAJAMURCIA estuvo desde el inicio de los trabajos de recuperación del teatro, y pasó muchas horas al lado de uno de los “padres” de la criatura, el arquitecto Rafael Moneo. Y me parece que el trabajo hecho por este profesional ha sido excelente. La integración de arquitectura y arqueología es un elemento básico y fundamental de esta realidad hoy, que es un orgullo cultural y que, como en muchas otras ocasiones, pudo estar perdido para siempre si no hubiera sido fruto de la casualidad el hallazgo de este monumental Teatro de la Cartagena del Siglo I.
Uno, al observar estos restos del pasado, se pregunta si el progreso humano no es más que la reproducción cíclica de hechos ya pasados, eso sí, tamizados por la época y el aprovechamiento social del conocimiento, que es como García Marquez denomina a la Cultura.

Animo a quienes no habéis visitado estas dos maravillas a que lo hagáis, y os aseguro que disfrutaréis y os hará pensar sobre el sentido de la sensibilidad del Hombre y sobre el propio ser humano como instrumento de cultura (en Roma, cultivo de la especie humana) y de civilización (lo opuesto a la barbarie).