martes, 22 de julio de 2008

MICRORRELATO VERANIEGO

-Ilustración: Taza de vater, de Antonio López-
LA habitación estaba en penumbra tras una noche calurosa. Sólo un tenue hilillo de luz alteraba la oscuridad. De pronto, junto con un ruido conocido, una explosión luminosa introdujo el día en aquel dormitorio y casi al instante, una mano traicionera me cogió por la espalda, me apretó e introdujo unos pies en mi cuerpo hueco y plano. Me hubiera gustado protestar, decir que eso no está bien, que había que avisar,….pero nada.


Casi por sorpresa, sin apenas un minuto de respiro, me ví andando por el parquet, con mi hermano gemelo, que también protestaba, y camino al encuentro con aquello que más detestábamos: el baño. Allí el intruso, de pie, salpicaría esas desagradables y olorosas gotas ácidas en nuestras lustrosas e inmaculadas caras, de zapatos jóvenes y con ganas de marcha… ¡Dios mío, qué hombre!

miércoles, 16 de julio de 2008

-Foto tomada en el Río Segura, en 1967, donde se ve el grupo que se formaba alrededor de mi Tío Romeo (el primero de la izq. agachado). Veo a mi primo Pedro, Antonio Marín, Manolo Salmerón, Motos, Pedro "Cagancho",Ortuño, Piñera, Pedro José Lucas, Futirrín,...-

Al ver esta foto, me vienen a la memoria recuerdos de otros días de verano, cada vez más lejanos, en donde uno no tenía quizás más interés que gozar de la vida inocente a la que teníamos acceso y encontrase con ese lugar que ocupaba un sitio muy importante en nuestras vidas; un lugar al que amábamos y respetábamos, y del que todos, absolutamente todos, conocíamos como algo propio: el Río.


Sólo el acompasado ruido de la corriente que bajaba generosa hacia su destino, simplificaba si cabe más el paisaje de una de aquellas mañanas de verano de mi infancia. Sí, el río, nuestro río, ese que nos miraba de frente y nos sumergía en el fondo de sus frescas aguas en los días preñados de calor. Ése al que acudíamos todos los días y cuidábamos como si fuese nuestro, sin haber oído entonces nada de ecología o valores medioambientales. El río, que conocíamos en todos sus tramos y en todas sus veredas, y al que regalábamos siempre un afán casi histriónico de gratitud veraniega porque…¿qué hubiera sido de nosotros sin ese lugar en los días cansinos y calurosos del verano de nuestra infancia? No proliferaban las piscinas como pasa hoy, a lo sumo alguna balsa de esparto donde ir a bañarnos en medio del monte; ni veraneábamos yendo a pasar un mes a la playa (al menos así sucedía a la mayoría de mis amigos y a mí mismo).
Sólo el verdor y frescor de las aguas de nuestro río eran las estancias doradas de nuestros veranos. Y en ellas todos éramos iguales porque nunca fue tan socializado un lugar como aquel. Ricos (los menos) y pobres, de clase media y de clase obrera, a todos nos acogía y a todos nos igualaba. Y en esa república, donde una de sus cabezas era mi Tío Romeo, nos sentíamos felices, seguros y más cerca de la naturaleza que nunca hemos estado. Subíamos río arriba por caminos de piedra y tierra, teniendo como sombra a los árboles cargados de melocotones maruja o gerónimo y a algún álamo. Nos tirábamos desde aquellos altos lugares para bajar nadando y dejándose llevar por la corriente, hasta algún lugar en los que descansábamos, en un recodo o una vereda, para después volver a bajar o ya subir al lugar de procedencia. Metíamos la botella de agua en el río, atada con una cuerda a una rama o árbol de la orilla para que permaneciera fresca, utilizando su helado corazón como cámara frigorífica. Comíamos, siempre con prudencia, algunos de los excelentes frutos de sus riberas para engañar al hambre. Jugábamos algún partidillo de futbol en sus márgenes para pasar el tiempo, divertirnos y hacer ganas de volver a meterse en la corriente de sus aguas. Y cuando se hacía la hora de la comida, subíamos sin secarnos para mantener lo máximo posible el frescor en nuestros cuerpos mientras ascendíamos las cuestas que nos llevaban a nuestras casas.


Así se lo cuento a mis hijos y ellos me ven que lo hago con entusiasmo, pero seguro que no soy capaz de transmitir los verdaderos sentimientos, olores, matices y añoranzas de aquellos veranos donde, los chicos de mi pueblo, visitábamos a nuestro mejor y más amable amigo, nuestro Río.

miércoles, 2 de julio de 2008

POSIBLEMENTE, LA POESÍA ....

-Ilustración de ANA ALMELA-

Posiblemente, lo más seguro, es que la Poesía sea como la Libertad, algo necesario y, un lío.

Leí hace tiempo un poema en prosa que delataba una zozobra parecida a esta de la significación de la Poesía. Decía:

Posiblemente, lo más seguro, es que nadie sepa jamás por qué las prisas de un tiempo hicieron daño a quien esperaba, pacientemente, ver venir a quien deseaba, en un entorno de libros y pensamientos.

Posiblemente, lo más seguro, es que un paseo por un barrio viejo de una ciudad pequeña pueda ser algo parecido a un paseo por las nubes, si a nuestro lado camina aquel a quien uno esperaba, pacientemente ver venir, en un entorno de libros y pensamientos.

Posiblemente, lo más seguro, es que una mirada desde el balcón de una estrecha calle sea el más clamoroso recibimiento o la más alta despedida, si a quien mira es aquel junto a quien pasea y aquien uno esperaba, pacientemente ver venir, en un entorno de libros y pensamientos.

Posiblemente, lo más seguro, es que un día cualquiera, un 3 de julio por ejemplo, alguien reciba en un sobre una rosa breve y sea éste un regalo imposible en el apacible universo de dos corazones entornados, uno el de quien espera, pacientemente; el otro, el de quien paseaba a su lado, y quizás los de ambos, los que se miraban la pasar por aquella estrecha calle, uno desde un balcón con dibujo de torre y el otro el que quiso conquistar esa atalaya,… en un entorno de libros y pensamientos.

Posiblemente, lo más seguro, es que la Poesía sea como un río con múltiples cauces, una forma de religiosa más allá del rezo, un caos con múltiples versículos…. ¿Tú qué opinas?