domingo, 2 de octubre de 2016

40 AÑOS DE EL CAIMÁN: UNA REVISTA QUE CONJURÓ EL MIEDO CON LA PALABRA





Hace 40 años, en la ciudad de Cieza (Murcia), nació una Revista literaria sin más pretensiones que conjurar el miedo con la palabra y que conforma un espacio digno de la historia de la literatura, al menos local. La revista se llamó El Caimán, y su primer número fue editado en septiembre de 1976. Y si ahora recordado ese hecho no lo es sólo por sus calidades literarias ni por el nombre de sus firmas, sino por su especial significación literaria, cultural e histórica en el contexto de un periodo temporal con nombre propio: la Transición española. Por esto, el pasado Jueves celebramos un acto, organizado por el Foro por el Pensamiento y el Diálogo, en el que además de una conferencia a cargo del historiador Francico J. Salmerón, cuatro miembros que fuimos de El Caimán (Jesús A. Salmerón, Diego Montesinos, Francisco Pino y yo mismo), intervinimos para hablar de esta mítica revista y de sus circunstancias.

Ya en ese texto de presentación de su N.º 1, el grupo gestor de la revista escribía sus pretensiones: Esto es una esperanza nacida de la desesperanza del momento, como un necesario lamento en busca de protagonismo. No… no es un lamento, es un hacerse activo y artesano, es un estar con los pies en el llano de esta monótona existencia nuestra. 

Y en estas palabras radica la posición de El Caimán ante el lector y ante la literatura, la de ser una esperanza y a la vez un lamento, usando como vehículo la palabra para conjurar el miedo. Un espacio donde respirar y encontrarse, donde querer cambiar el mundo o al menos, posicionarse, y todo ello a través de la literatura.

Su puesta en las calles en aquel inicio del otoño de 1976 se hace en un contexto que tenía algunos elementos a considerar: un paisaje urbano de Cieza casi abandonado, una ciudad culturalmente muerta o en coma, donde sólo dos salas de cine (el Cine Galindo y el Teatro Capitol), servían de monocorde tapiz cultural para un pueblo adormilado y aplanado, como tantos en aquel tiempo en nuestra región y en el mismo país; y una ciudadanía que pretendía poco a poco salir de su atonía y letargo con una incipiente actividad política, social y cultural -a pesar de las prohibiciones y censuras que aun sobrevivían al dictador-. En ese contexto, fue en el que unos jóvenes estudiantes de una generación libre de ataduras, pusieron a andar un instrumento cultural que conjuró el miedo con la palabra, y que acogió en las páginas de sus tres únicos números, obra creativa de gente de diversos ambientes y ámbitos literarios. Un hecho que aglutinó a numerosas personas de diversos ámbitos artísticos (escultores, pintores, narradores, poetas, actores,…) al ofrecer un espacio absolutamente libre que no fue contaminado por ningún ideólogo, partido o religión, y que a modo de hito con características de histórico, ennoblece hoy si cabe más el acto y el gesto cultural con el que se hizo presente en la ciudad y entre sus gentes.

40 años de El Caimán que conviene recordar y valorar, “cuarenta años de aquel verano en el que, entre baño y baño en las aguas (entonces turbulentas, hoy mansas) del río Segura, nos creímos inmortales”, como ha escrito recientemente uno de sus fundadores.