IFRANE, ciudad marroquí de 30.000 habitantes situada en el Atlas Medio, capital de la provincia del mismo nombre. Se sitúa en una zona montañosa a 1.713 metros de altitud y posee un clima frío, lo que ha influido en su sorprendente urbanismo, más propio de una ciudad centroeuropea que africana.
Embozada en un abrigo rojo
y azotada por un viento helado
una niña nos presta su sonrisa inocente
mientras el autobús pasa raudo a su lado
sin hacerle caso,
sin remedio.
Nos sonríe sin saber su destino
porque la risa no hace daño a Dios.
Nos sonríe con la mirada libre, asilvestrada,
porque no sabe calcular las horas más oscuras
que vendrán, inexorablemente,
para hacerla mayor sin darse cuenta.
Nos sonríe sin saber quiénes habitamos
en estos autobuses que,
cada semana, pasan sin pararse
por donde ella pastorea una humilde vaca.
Y al verla me pregunto
por qué su verdad es tan pequeña,
y qué lugar ocupa su infancia
bajo su abrigo rojo.
Un día,
cuando las nieves volteen de nuevo el paisaje
con una oscura melancolía,
esta niña sabrá que sus días
se han ido para siempre
y que la belleza pequeña de su rostro
dormirá serenamente su sueño más profundo,
atrapada en su abrigo rojo.
Mas hoy,
que el aire no traiciona la nostalgia,
he visto a esa niña que me saludaba
con un movimiento leve,
en un paisaje alto, lejano y helado,
en un mes de abril donde la primavera
sale al encuentro de la vida,
lejos de todo, cerca de Ifrane,
como el sol entre las llamas de un incendio,
y he sabido que su destino lo tiene escrito en la mirada,
sin ella saberlo.
y azotada por un viento helado
una niña nos presta su sonrisa inocente
mientras el autobús pasa raudo a su lado
sin hacerle caso,
sin remedio.
Nos sonríe sin saber su destino
porque la risa no hace daño a Dios.
Nos sonríe con la mirada libre, asilvestrada,
porque no sabe calcular las horas más oscuras
que vendrán, inexorablemente,
para hacerla mayor sin darse cuenta.
Nos sonríe sin saber quiénes habitamos
en estos autobuses que,
cada semana, pasan sin pararse
por donde ella pastorea una humilde vaca.
Y al verla me pregunto
por qué su verdad es tan pequeña,
y qué lugar ocupa su infancia
bajo su abrigo rojo.
Un día,
cuando las nieves volteen de nuevo el paisaje
con una oscura melancolía,
esta niña sabrá que sus días
se han ido para siempre
y que la belleza pequeña de su rostro
dormirá serenamente su sueño más profundo,
atrapada en su abrigo rojo.
Mas hoy,
que el aire no traiciona la nostalgia,
he visto a esa niña que me saludaba
con un movimiento leve,
en un paisaje alto, lejano y helado,
en un mes de abril donde la primavera
sale al encuentro de la vida,
lejos de todo, cerca de Ifrane,
como el sol entre las llamas de un incendio,
y he sabido que su destino lo tiene escrito en la mirada,
sin ella saberlo.
4 comentarios:
Una foto encantadora, que te hace cercano, accesible en imagen, que pone un toque humano realmente importante gracias a la presencia de tu mujer. Te haces entrañable, conocido, como un amigo que te habla de su viaje. Y el poema...
¡Qué gran poema! Sensibilidad a raudales, amor a la infancia, ansia de justicia social, dolor por la tragedia de los más desvalidos, pero también belleza, belleza exultante en esa sonrisa "que no hace daño a Dios" (¡qué maravilla de frase!) y en ese abrigo rojo, violentamente alegre en medio del frío...
Felicidades.
Me siento conmovida y admirada.
Felicidades por el poema.
Fueron muchas las sonrisas inocentes que recibimos en ese autobús, pero sólo un poeta como tú ha sabido captarlas en toda su grandeza.
Bonita imagen querido amigo, felic idades, un abrazo.
Hola Angel!
Como decía Adriano, emperador romano,” Los poetas nos trasportan a un mundo más vasto o más hermoso, más ardiente o más dulce que el nos ha sido dado, diferente de él y casi inhabitable en la realidad.”
No soy nadie para comentar sus poemas ,pero me gustan ya que son impresionantes y connotan una piel muy fina del poeta.
Adil de fez.
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