martes, 22 de julio de 2008

MICRORRELATO VERANIEGO

-Ilustración: Taza de vater, de Antonio López-
LA habitación estaba en penumbra tras una noche calurosa. Sólo un tenue hilillo de luz alteraba la oscuridad. De pronto, junto con un ruido conocido, una explosión luminosa introdujo el día en aquel dormitorio y casi al instante, una mano traicionera me cogió por la espalda, me apretó e introdujo unos pies en mi cuerpo hueco y plano. Me hubiera gustado protestar, decir que eso no está bien, que había que avisar,….pero nada.


Casi por sorpresa, sin apenas un minuto de respiro, me ví andando por el parquet, con mi hermano gemelo, que también protestaba, y camino al encuentro con aquello que más detestábamos: el baño. Allí el intruso, de pie, salpicaría esas desagradables y olorosas gotas ácidas en nuestras lustrosas e inmaculadas caras, de zapatos jóvenes y con ganas de marcha… ¡Dios mío, qué hombre!

1 comentario:

François de Fronsac dijo...

¿y de qué se quejan?
Bonito relato.