En uno de estos días de un mes de Julio tórrido como éste, moría hace DIEZ años el poeta JOSÉ ANGEL VALENTE.
Uno tiene sus maestros (como todos los que escribimos algo), y yo tuve la fortuna de que cayera en mis manos hace más de 30 años, uno de esos libros de antología de poetas entre los que estaba Valente. La lectura de aquellos breves poemas me sedujo tanto que a partir de aquel encuentro casual lo leí mucho, y este poeta ocupa para mí el rango de Maestro. Con él he conocido la belleza de los sentimientos más feraces y la estructura perfecta de sus versos. Dejó frases que me conmovieron, una de ellas la tengo siempre presente:
Escribir no es hacer, sino aposentarse, estar
Supe luego que fue sometido a Consejo de Guerra en 1971, fue profesor en Oxford, funcionario de la ONU en Ginebra (donde murió), Senador por Cádiz por los socialistas, y un Poeta que tiene los Premios más meritorios para cualquiera de ellos: el Adonais, el de la Crítica, el Nacional de Poesía, el Reina Sofía y el Premio príncipe de Asturias.
Mantuve y sigo mantengo con José Angel Valente una larga amistad a través de su escritura, y espero continuar gozando de su poética aunque ya no disfrute de su presencia y de más poemas suyos.
Como homenaje y desde el recuerdo, copio uno de sus poemas breves más intensos. Espero que os guste y lo saboreis sin hartura.
Hay una leve luz caída
entre las hojas de la tarde.
Dame
tu mano y cruza
de puntillas conmigo
para nunca pisarla,
para no arder tan tenue
en sus dormidas brasas
y consumirte lenta
en el perfil del aire.
2 comentarios:
Valente me deslumbró, en los albores del mundo, con los versos de aquel librito inmenso Interior con Figuras.
Aquí traigo uno de sus poemas (llama que conturba al universo) para compartir con quien lea este blog (guardián del fuego de la poesía):
MANDORLA
Estás oscura en tu concavidad
y en tu secreta sombra contenida,
inscrita en ti.
Acaricié tu sangre.
Me entraste al fondo de tu noche ebrio
de claridad.
Mandorla.
ESTABAS DESLEÍDA EN LA DULZURA
de los secretos jugos de tu cuerpo
y te llevaba el agua
como a una larga cabellera verde
engendrada en los limos
obstinados del fondo.
Era tu forma ese deshacimiento.
Brotar.
Fluir.
Abandonarse.
Bajaba el aire hasta los límites
perfectos de tu piel.
Blancura.
Y ya oblicuo, el poniente la encendía
para nacer de ti aquella tarde
de qué lugar, qué tiempo, qué memoria.
(De Orillas del Sar)
Recuerdas a Valente con un hermoso poema y eso me ha hecho volver a abrir el libro Poesía española hoy, en el que a tantos poetas descubrí. Él entre ellos, que en los primeros versos de El día dice:
Si el día llega, cuando llegue el día,
si el día llega para ti no esperes,
hunde la débil nave en las orillas,
como si nunca hubieras de volver,
no esperes.
Porque nada regresa de la noche
avanza con firmeza.
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