Como un observador de lo que está pasando con esto de formar un Gobierno para este santo país, uno cree que las cosas se están desmadrando hasta niveles que rayan en un constante ataque a la inteligencia de muchos. Por eso, cuando he leído este artículo del Gran Wyoming, he sentido que su reflexión es, cuanto menos, de una coherencia inusual para este tiempo, y por eso, lo troceo (porque es muy amplio y no quiero saturar el tema ya bastante hinchado), y lo pego para una lectura más llevadera y con sentido común.
Sé que a algunos, que no comparten el sentido ideológico del artículo, no le gustará, pero creo que su nitidez al menos no le dejará indiferente.
Yo lo comparto por completo.
"Como soy observador me he dado cuenta de algo en lo que nadie se ha fijado: El pacto entre PSOE y Ciudadanos no ha gustado a ninguna fuerza del Congreso.
El pacto que nació con la voluntad de unir ha suscitado el mayor rechazo posible.
¿Autocrítica? Ni de coña: reafirmación. Como el toro, se crecen ante el castigo. Es la ventaja que tiene ser demócrata, liberal, de izquierdas, progresista, renovador, de derechas y estar por el cambio, que a tus líneas rojas las llaman “condiciones”, y a tus imposiciones “mano tendida”.
El rechazo, como digo, ha sido general. Han recibido la negativa del sesenta y tres por ciento de la cámara, cosa que no parece preocupar a propios ni a algunos extraños que ven en esta alianza la posibilidad de la continuidad del proyecto anterior.
Paradójicamente, los únicos que se manifiestan encantados y sonrientes, confiados en su futuro, son los actores que unen los nombres de sus partidos con una conjunción copulativa. Precioso adjetivo que define la intención de los contrayentes. Falta por ver si lo que deberían hacer entre ellos en la noche de la consumación se lo van a hacer a los demás y acaben dándonos sin consentimiento.
[ ] decía que han conseguido ponerse en su contra a todo el arco parlamentario: la derecha histórica, los nacionalistas de derechas, los nacionalistas de izquierdas, los independentistas, la izquierda, la otra izquierda, la de más allá. Pero no parpadean. Siguen ufanos, de la mano, semilevitando en su condición de enajenación enamoradiza creyendo haber descubierto la cuadratura del círculo.
Sin duda deben estar en posesión de una “gran verdad” que los demás ignoramos. Deben ser potadores de unos valores que a nosotros se nos escapan, y que ellos mismos son incapaces de explicar salvo con tópicos y coartadas de nula calidad política, teniendo que recurrir al anuncio del fin de las ideologías, a la gestación de un ente mestizo producto de ese amor que llevará el carácter de apolítico en los genes, como aquellos ciudadanos que defendían lo indefendible en la época de la dictadura. “Soy apolítico”, decían para justificar su pasividad ante el atropello.
A pesar de todo, se niegan a apartarse del camino trazado (¿por quién?).
[ ] La mayoría de los españoles, la noche del recuento sumaban escaños del PP y Ciudadanos por un lado, y de PSOE, Podemos e IU y otros por otro, tanto en las Generales como en las Autonómicas y Municipales. Enfocaba el votante en su ingenuidad los pactos en ese sentido guiado por las promesas de los líderes de las diferentes formaciones. Creyó. Todavía confiaba en un sistema que ofrece la posibilidad del cambio desde la urnas, en la capacidad transformadora de la sociedad a través del voto. ¿Qué ha pasado?
[ ]Los contrayentes hablaron de valentía, de audacia para presentar este plan en las Cortes. Bueno, otros hablaríamos de osadía, porque hay que tener jeta para llegar al hemiciclo como lo hicieron estos actores, sin apoyos, sin discurso y vendiendo a los presentes que no solo quedan abolidas las dos Españas, sino que vuelven a ser Una, como en los buenos tiempos.
Por ponerle un pero a esta unión, cabría decir que no es original.[ ]"