(Playa de los Muertos, Cabo de Gata-Foto de José A. Almela)
Querido Amig@:
En esta tercera entrega veraniega un pensamiento con alas en su materia inmortal: el deseo de permanecer en el tiempo con un deseo pequeño y a la vez enorme de vivir.
Una apacible viejecita asiste a una conferencia en el Planetarium de Nueva York. El conferenciante dice que el Sol se extinguirá, por falta de combustible, dentro de diez mil millones de años, acarreando la desaparición de nuestro planeta. La viejecita se levanta y pregunta asustada al conferenciante:
– ¿Me puede decir de nuevo cuánto tiempo tardará el sol en extinguirse?
– Diez mil millones de años, señora, repite el conferenciante.
La viejecita se sienta mientras dice con tono de inmenso alivio:
– Uf, qué susto, creí que había dicho diez millones.
La visión absurdamente optimista de la viejecita es más saludable que la de quienes piensan que tienen la muerte acechando en cada esquina. Así, que en este verano que está siendo poco usual, un poema de mi libro “En el tono de las cosas que importan” (Ed. Tres Fronteras, 2009), en el que la vida anda entre las gotas del inmenso océano :
PERMANECEMOS
En el atardecer
tu mirada nubla la mía
porque tiendes hacia mí
un mar de estrellas.
Y si permanecemos
es porque el tiempo es una gota de agua
en un océano de silencio.
lunes, 25 de julio de 2011
miércoles, 13 de julio de 2011
(Lugar desde donde escribo)
Querido Amig@:
En esta segunda carta veraniega me gustaría trasmitirte algo que me suele pasar muy a menudo y que para este tiempo de verano puede ser hasta refrescante: la influencia del mar en el ánimo.
Pensaba Voltaire que una palabra mal colocada estropea el más bello pensamiento, y no quisiera yo que este breve texto fuese no entendido por no poner las palabras adecuadas. Y aunque uno es ya un viejo avezado en esto de las palabras, no siempre está uno afortunado. Por eso muchas veces prefiero usar mi herramienta preferida, la Poesía, porque en ella sí me suelo mover con sentido y precisión en las palabras, que uso, recreo, encojo o alargo a mi intención o simplemente, las abarco.
Hay un poema de Neruda que dice: NECESITO del mar porque me enseña, y algo parecido me ocurre a mí, desde niño. Recuerdo cuando pasaba algunos días del verano de mi niñez en una casita que tenía mi tío Pedro cerca del mar o cuando iba algunas semanas a campamentos de verano en la playa, y este recuerdo siempre me llena de un sentimiento pleno de satisfacción y a la vez de una energía melancólica. Energía porque siento que aquellos recuerdos me insuflan un halo de luz interior edificante, y melancólica porque es un recuerdo que pertenece a un tiempo vivido, y todo lo vivido es siempre para mí un testimonio de que he sentido estar vivo y de que en esto uno siempre camina hacia adelante, si bien, hay que reconocerlo, hay pasos que dimos en nuestro devenir de los que ciertamente uno no está orgulloso, ¡para nada!, pero también en eso consiste esto que llamamos vida.
Pues eso, amig@, que el mar, o mejor, la presencia del mar tiene en mí una influencia positiva que suscita imágenes, sonidos, aires y hasta alguna que otra reflexión en forma poética, como esta que escribí para mi libro Equipaje Elemental (Ed. Regional, 2007):
Entre esta luz que espumea azules
y la membrana cálida del aire;
lejos de la voluntad de uno
y de los dioses de otros,
cambio bienestar por un horizonte desnudo,
ser muchos por la unicidad,
la historia, por un largo bolero.
Con el espeso labio salado
quedo cristal, nieve, luz cegadora,
fantasía adherida al aire,
vientre estéril de roca madre.
Y como un hombrepez liberado
llego a tu orilla,
me acarician tus olas,
me sumerjo,
y nado despavorido al encuentro sutil,
al germen de la vida, ángel azul.
Querido Amig@:
En esta segunda carta veraniega me gustaría trasmitirte algo que me suele pasar muy a menudo y que para este tiempo de verano puede ser hasta refrescante: la influencia del mar en el ánimo.
Pensaba Voltaire que una palabra mal colocada estropea el más bello pensamiento, y no quisiera yo que este breve texto fuese no entendido por no poner las palabras adecuadas. Y aunque uno es ya un viejo avezado en esto de las palabras, no siempre está uno afortunado. Por eso muchas veces prefiero usar mi herramienta preferida, la Poesía, porque en ella sí me suelo mover con sentido y precisión en las palabras, que uso, recreo, encojo o alargo a mi intención o simplemente, las abarco.
Hay un poema de Neruda que dice: NECESITO del mar porque me enseña, y algo parecido me ocurre a mí, desde niño. Recuerdo cuando pasaba algunos días del verano de mi niñez en una casita que tenía mi tío Pedro cerca del mar o cuando iba algunas semanas a campamentos de verano en la playa, y este recuerdo siempre me llena de un sentimiento pleno de satisfacción y a la vez de una energía melancólica. Energía porque siento que aquellos recuerdos me insuflan un halo de luz interior edificante, y melancólica porque es un recuerdo que pertenece a un tiempo vivido, y todo lo vivido es siempre para mí un testimonio de que he sentido estar vivo y de que en esto uno siempre camina hacia adelante, si bien, hay que reconocerlo, hay pasos que dimos en nuestro devenir de los que ciertamente uno no está orgulloso, ¡para nada!, pero también en eso consiste esto que llamamos vida.
Pues eso, amig@, que el mar, o mejor, la presencia del mar tiene en mí una influencia positiva que suscita imágenes, sonidos, aires y hasta alguna que otra reflexión en forma poética, como esta que escribí para mi libro Equipaje Elemental (Ed. Regional, 2007):
Entre esta luz que espumea azules
y la membrana cálida del aire;
lejos de la voluntad de uno
y de los dioses de otros,
cambio bienestar por un horizonte desnudo,
ser muchos por la unicidad,
la historia, por un largo bolero.
Con el espeso labio salado
quedo cristal, nieve, luz cegadora,
fantasía adherida al aire,
vientre estéril de roca madre.
Y como un hombrepez liberado
llego a tu orilla,
me acarician tus olas,
me sumerjo,
y nado despavorido al encuentro sutil,
al germen de la vida, ángel azul.
lunes, 4 de julio de 2011
EPÍSTOLAS VERANIEGAS 1
Querido Amigo,
Esta carta veraniega trata de abrir un circuito latente entre tú y yo, con esa esperanza nace y con esta primera humilde reflexión acoge un deseo, el que seas feliz, si bien sé de sobra que esto depende de grados.
Y para empezar estas epístolas os refiero lo que me comentaba hace muy poco un amigo ahora que iniciaba sus vacaciones y que tras años de trabajo y de especialización no estaba contento con su empresa, una organización de carácter público, porque pensaba que toda organización formada por personas debería tener como referentes los criterios de Eficacia y Eficiencia, además de los de Humanidad y Servicio, tan demandados hoy y siempre. Y manifestaba ese malestar porque siendo él un especialista en un ámbito de trabajo determinado (comprobado a través de la satisfacción de sus clientes y de sus años de servicio), desde la Dirección le han impuesto para después de vacaciones otras tareas alejadas de las que le han sido propias durante más de 30 años de servicios prestados, y ello no por una cuestión exclusivamente de competencia profesional, sino sólo por un criterio corporativo de antigüedad en la empresa. Además, le dicen desde la Dirección que al estar en contra de este cambio impuesto, en realidad lo que le pasa es que tiene un cierto “miedo” a enfrentarse a esa nueva tarea siendo él capaz como es, cuando en realidad no es así, pues comenta que sólo es una cuestión de optimización de recursos y de grado de satisfacción en el trabajo (él será el único trabajador de la empresa que no estará en el lugar que prefiere), algo tan necesario entre los profesionales de cualquier ámbito….
Y la verdad es que creo que tiene razón. Pienso que si algún criterio corporativo –aunque sea legal- puede provocar que alguien tenga que realizar un trabajo que no le apetece además de que el trabajador está formado, tanto por la experiencia como por la especialización en otro ámbito o tarea que hace a satisfacción de la empresa y el público, esto un fallo organizativo grave.
Yo le digo como el verso de Rilke “sobreponerse a todo”, que la vida está entretejida dificultades ante las cuales hay que saber reaccionar, pero la verdad es que comprendo su malestar y entiendo que empiece sus vacaciones con ese malestar de alguna forma se trasladará a la organización de la que forma parte….Ellos se lo pierden, y los clientes también.
Leí hace unos años una historia sobre los habitantes de Potosí (Bolivia), que tenían fama de ser muy pesimistas, tanto, que se decía de ellos lo siguiente: Cuando un potosino se desmaya, no vuelve en sí, vuelve en no. Pues bien, creo que hay profesionales que vuelven cada mañana en no, que van al trabajo maldiciendo su suerte. Para su desgracia, por cierto….. Y para la de quienes dependen de ellos.
Un abrazo.
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