24- Octubre: HUELGA GENERAL EN LA EDUCACIÓN PÚBLICA. No quiero expresar aquí obviedades relativas a los porqués de una Huelga a la que le sobra los motivos, pues todo el mundo con un pelín de sentido común, los sabe. Me quiero aquí referir a ese sentimiento de impunidad que tienen los que nos legislan por el que son capaces de hacer las tropelías más grandes en aras de no sé qué ideología y sin contar con nadie. Me quiero referir a los que no aprenden nada de lo que todo el mundo sabe (y ejemplos en otros países los hay a mansalva), y nos imponen, con un sentido autoritario que echa peste, decretos y leyes sin el menor rubor. Nunca había habido en este país una Ley de la importancia de la de Educación, sin que al menos algún grupo político, además del que la legisla, la apoyara. …
Cuando el número de pobres aumenta escandalosamente, los preferentitas se indignan día sí y día también con la estafa que han sufrido, los estudiantes apenas pueden matricularse porque las subidas de tasas, ¡de hasta un 65%!, cuando los enfermos crónicos tienen que costear sus medicamentos y miles de personas son apartadas del sistema de salud, … Cuando todo eso pasa, el ciudadano, la sociedad civil, tienen el derecho y el deber de actuar y manifestarse con los medios que tiene aún en sus manos. Por eso, esta Huelga Educativa es legítima y justa, porque el deterioro de la educación pública es galopante, y porque así, nuestros representantes políticos, nos tendrán que oír.
“Los ciudadanos tenemos el derecho y el deber de exigir. No debemos ser profesionales de la resignación, del sacrificio y de la paciencia. No tenemos por qué aguantarlo todo. Tampoco tenemos por qué creerlo todo. No es obligatorio pensar que las cosas son como son y que no pueden ser de otra forma. Es probable que quienes están en el poder nos digan que no hay otra manera de actuar. No es así. Las cosas siempre pueden ser de otra manera. Nos piden más sacrificios, más paciencia, más aguante, más resignación. Nos aseguran que vamos por el buen camino aunque cada vez hay más personas en las cunetas. Quieren que nos quedemos calladitos y quietecitos. ¿Cómo que paciencia? ¿Hasta qué límite?...En los momentos que estamos viviendo se hace más necesaria que nunca la práctica de la exigencia. Callarse, resignarse, desalentarse y darlo todo por perdido es suicidarse colectivamente.” (Miguel Angel Santos Guerra)