-Ilustración de la pintora ANA ALMELA-
En medio del desván, entre juguetes rotos, sillas llenas de cansancio y alguna vieja caja de zapatos, almacén fortuito de algún secreto ya lejano, un papel asomó tras unas hojas de libreta que sobresalían de un cajón como queriendo precipitarse al aire de mis manos, y su lectura me pareció el canto libre de unas personas que a lo mejor conocí. Decía:
Aquella fue una tarde ya casi veraniega. Yo vine corriendo por aquel zigzagueante camino en busca de una mirada concreta, de una sonrisa única, aquella que creía necesitar para seguir vivo, la que me hacía sentir mejor y la que acabaría al final por ser el goce más íntimo que el día me ofrecería, como una versión adolescente que no parecía entonces un juego de niños.
Y allí, con unos pantalones oscuros y un suéter blanco, sentada en un banco del jardín, con el pelo libre y oscuro y su carpeta sobre los muslos, ojeando sin mirar unos folios que no le importaban en ese momento, ella miraba hacia el camino, esperando. Y al instante, los dos mirándonos desde el fondo de nuestros ojos, dibujando en los rostros una sonrisa radiante, fundiéndonos en una extraña pero inusitada cadena de sentimientos encontrados, y haciendo que nuestros corazones aligeraran sus ritmos, con el eco grande de sus nobles sentimientos.
No hacía mucho que esa misma tarde nos habíamos visto entre libros y puertas, en apenas un momento lleno de prisas y deseos. Ahora, camino del centro, paseábamos por las calles del barrio viejo, muy juntos, rozándonos, felices, muy felices, y abriendo un mar de esperanzas que engrandecían los impulsos más humanos, porque de eso se trataba, de sentirse partícipes de uno de los sentimientos más humanos y a vez únicos ,y además tocados por la gracia de la Vida…Era lo único que había escrito, a mano, y no pude leer más aunque me hubiera gustado. ¿El inicio de un relato? ¿La narración de un suceso? Sea lo que fuere, vi en un rincón, al final del papel, un nombre: Azul, y aquello me hizo recordar una historia que me contaron hace años cuando me encontré con un viejo peregrino, mientras hacíamos el Camino de Santiago. Era 1983,….