-Ilustración de ANA ALMELA-Dice el tercer párrafo de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América que tenemos derecho a la Felicidad. Bonita declaración para los tiempos que han sido, y son, desde esa fecha de 1776 hasta hoy: guerras civiles, mundiales, esclavitud, explotación, dictaduras sangrientas, miseria, hambre,…Hay que reconocerle a los legisladores americanos de entonces el arrojo y descaro que les llevó a poner, negro sobre blanco, este derecho o mejor dicho, este deseo.
El Paraíso, el Dorado, el Cielo, el Jardín del Edén, la Utopía, Vaikunt, los Campos de Osiris,… son nombres que evocan un mundo de pureza, prosperidad, en definitiva, una puerta a la Felicidad. Todos son en realidad bellas palabras con significaciones nobles y hermosas, pero todas ellas son inventos de los humanos. Son palabras, es Literatura.
La Literatura ha jugado un gran papel en esto de explicar, justificar o solicitar Felicidad. Y es que el hombre, como potencial creador literario sabe, como en el fondo lo sabemos todos, que la Felicidad, la verdadera, no esa que evocan las Religiones o premian los fanáticos, está en el interior del cada ser humano, y sale al exterior en forma de palabras, porque sólo el verbo nos humaniza.
Más allá del descrédito intelectual (o no) en el que se encuentra actualmente la búsqueda de ese mito o realidad, la obligación de los seres humanos, al tiempo que la belleza artística, es perseguir la Felicidad. Por eso, la Literatura, que nos ahonda en el conocimiento de lo que nos es propio, la propia naturaleza humana, es, además, el sentido mismo de la vida, porque lo que narra, expresa o transmite, es su principal objetivo.
"Cuéntame, cómo te ha ido, si has conocido la felicidad" preguntaba el estribillo de una popular canción de los primeros años 70,… palabras, mito literario, ilusiones al fin.
Todo lo que nos pasa no es más que un precio que pagamos buscando la Felicidad. (A. Grandes)