El día 9 de este mes de mayo, mi Grupo literario LA SIERPE Y EL LAÚD, organizó un acto de Homenaje a mi persona bajo el título de "UNA VIDA DE LETRAS"; un acto que me llenó de orgullo y que a la vez me turbó porque siempre es difícil aceptar que hay gente que te desea manifestar su cariño y admiración.
Mis méritos son mi poesía, a la que creo que he tratado siempre con honestidad y que aprendí con otros muchos poetas que me acompañaron en mi trayectoria literaria a través de los años, y mis convicciones culturales que me han llevado a trabajar en este hermoso ámbito desde hace más de 50 años...Lo demás es cariño y tengo que agradecer ese respeto y amor que mis compañeros de La Sierpe y el Laúd, grupo que ayudé a fundar en 1980, me tienen, y el recuerdo de los que me acompañaron en su seno y ya no está n con nosotros: Aurelio Guirao, Manolo Dato, Jesús A. Salmerón, Isabel Mascuñán y Bartolomé Marcos. Todos ellos son merecedores de homenaje y reivindicación porque fueron luces en el camino y me ayudaron a nadar por este "largo y tortuoso camino" (como dijeron los Beatles), que es la cultura y la literatura.
Aquí os dejo algunas fotos del acto y el texto que agradezco a un gran amigo, el profesor universitario ya jubilado, Conrado Navalón.
"Ayer tarde, en el corazón de la Biblioteca Padre Salmerón de Cieza, tuvo lugar un sencillo pero profundo y emotivo homenaje impulsado por el colectivo La Sierpe y el Laúd. Bajo el evocador título "Una vida de letras", se rindió tributo a una persona que, con su sencillez, está dejando una huella imborrable en nuestra comunidad cultural y, más importante aún, en nuestros corazones: Ángel Almela Valchs.
Más allá de un simple acto de reconocimiento profesional o literario, el homenaje se sintió como un verdadero alto en el camino. Fue un espacio de paz y sosiego donde pudimos ser testigos de algo que trasciende la formalidad: la conexión genuina entre los auténticos valores humanos. Se palpaba la profunda gratitud de un pueblo, de una comunidad, hacia una de sus gentes más queridas, y a su vez, la gratitud serena de esa persona hacia la tierra que lo ha visto crecer, desplegarse y amar. Fue un intercambio de afecto sincero que llenó la sala.
El colectivo La Sierpe y el Laúd, con su revista cultural a la cabeza, germinó y floreció a la sombra protectora y visionaria de Ángel Almela. Sin embargo, esta relación ha sido siempre de doble vía, una simbiosis enriquecedora: Ángel también ha crecido, madurado y se ha nutrido enormemente a través de su vínculo con La Sierpe y el Laúd y, sobre todo, con su querida Cieza. Él tuvo la extraordinaria capacidad de aglutinar voluntades en torno a un sueño cultural, de hacer realidad esa visión en unos tiempos, los de la Transición política, que podían sentirse culturalmente áridos o desérticos. Fue un pionero que supo abrir caminos.
La realidad cultural que hoy disfrutamos en Cieza sería incomprensible sin la figura vertebral de Ángel Almela. Pero, del mismo modo, Ángel Almela no sería la persona que es sin Cieza; su identidad está intrínsecamente ligada a nuestra tierra. Ha existido una simbiosis plena, una interconexión constante donde la madurez de ambos, hombre y pueblo, se ha alimentado mutuamente, creciendo y floreciendo unidos. Es precisamente esta compleja y hermosa realidad local la que, paradójicamente, convierte su historia personal en un tema universal: el arraigo, el compromiso, la construcción colectiva desde lo local.
Ángel Almela Valchs, nacido en nuestra Cieza en 1955, es, sin duda, mucho más que una figura cultural destacada en los anales. Es, ante todo, un ser humano excepcional, cuya mente y corazón han enriquecido de forma invaluable a nuestra comunidad en cada uno de sus roles. Su obra poética, tan sensible y profunda, es un espejo fiel de su alma y de su conexión íntima y respetuosa con la vida. Cada verso nos habla no solo de un talento literario inmenso, sino de una capacidad asombrosa para sentir, comprender y acariciar el mundo que lo rodea con una sensibilidad única.
Pero Ángel ha sido y es también un verdadero faro cultural. Su dedicación incansable al Grupo de Literatura La Sierpe y el Laúd y a su revista homónima no fue un mero pasatiempo intelectual; fue un acto de profundo amor por la cultura, por la libertad de expresión en un momento crucial de nuestra historia reciente, la Transición española, donde cada espacio de libertad debía ser conquistado. Su liderazgo fue un punto de luz, un faro de resistencia creativa en tiempos que aún requerían valentía para la palabra y el pensamiento crítico. Demostró un compromiso inquebrantable con la palabra libre y la difusión del pensamiento.
Para muchos de nosotros, que hemos tenido la inmensa suerte y el privilegio de compartir momentos, conversaciones y caminos con Ángel por las calles de Cieza, su presencia trasciende lo puramente profesional o cultural. Lo hemos conocido y querido viéndolo entrar y salir de sus clases, siendo el profesor respetado y, sobre todo, entrañablemente querido por generaciones de alumnos a los que ha marcado. Lo hemos tenido cerca como el amigo siempre dispuesto a escuchar con una calma infinita y una sabiduría serena. Lo hemos visto como esposo y padre, irradiando un amor tranquilo y una calidez que crean, sin esfuerzo aparente, ese sentido de familia que acoge y nutre.
Por todo ello, este homenaje, "Una vida de letras", es mucho más que el merecido reconocimiento a una trayectoria profesional o cultural brillante, aunque lo sea con creces; es la celebración sincera y emocionada de su alma generosa, de su espíritu siempre comprometido, de su calidad humana arrolladora que impregna todo lo que hace. Ángel Almela Valchs es, en mi corazón y en el de muchos que ayer estábamos allí, un creador cuya poesía me conmueve profundamente y me habla al alma, un gestor cultural imprescindible que ha transformado positivamente nuestra comunidad desde sus cimientos, y un amigo cuya simple y luminosa presencia ilumina mis días y los de quienes tienen la suerte de conocerlo.
Su coherencia ejemplar entre vida y obra, su amor incondicional y demostrado por Cieza y su inmensa e inagotable humanidad lo convierten, para mí y para tantos, en un referente indispensable, un pilar moral y cultural. Es, sencillamente, un hombre al que admiro profundamente y quiero con todo mi corazón. El homenaje de ayer fue un reflejo hermoso y merecido de ese sentimiento colectivo e individual."